Qué lástima, qué rabia, qué pena. Eso es lo que sentí anoche antes, durante y después de la maravillosa actuación de Stranded Horse (anteriormente con la palabra 'Thee' y una coma iniciando el nombre) en Siroco. La velada arrancó con una situación un tanto inverosímil cuando, poco después de llegar yo al bar, el propio artista se me acercó buscando confirmación de que había ido al concierto, respondiéndome que, hasta ese momento, había sido el único. Luego, y a pesar de mis desesperados esfuerzos con el teléfono, nunca llegó nadie más. 1 entrada vendida, rompiendo así mi récord que en ese sentido había marcado la visita del extraordinario guitarrista Cian Nugent a La Faena en mayo de 2009 (fuimos 4 en aquella ocasión quienes pasamos por taquilla)
Contando como público adicional con el escaso personal de la sala y otras dos personas supongo que de alguna manera ligadas a la misma, Yann Tambour (hace unos años firmante como Encre) se mostró simpático y paciente, y desgranó con una interpretación virtuosa a la guitarra acústica, la kora (instrumento de 21 cuerdas originario de África occidental, y que suena a medias entre el arpa y el laúd) y voz en inglés y en francés, un repertorio de primerísimo nivel, fértil en emoción y exquisito en ideas y en lo técnico, diseñado además para esquivar cualquier atisbo previsible de monotonía
Bien podría valer como ejemplo parcial esta interpretación de 'Halos', corte que cierra su último disco, 'Humbling tides' (Talitres, 2011), y que sonó tal cual anoche en Siroco
Una vez terminado el concierto, pensé en el tremendo desperdicio y la relativa injusticia que lleva consigo. En lo que podrían haber afectado el puente, la presencia de Herman Düne en la ciudad, y la promo casi nula, en que la sala estuviera vacía. En el apoyo que necesitan y se merecen, a cambio, ojo, de una grandísima recompensa, ciertas propuestas menos conocidas pero rebosantes de talento, trabajo e ilusión